Había una vez un hombre que vivía en un mundo de fantasía... con canciones, libros y casas de fantasía. En ese mundo, el hombre escribía historias inventadas que no eran ni mas ni menos que fantasías dentro de fantasías, como cuando uno esta durmiendo y sueña que sueña... ahí son sueños dentro de sueños.
En ese mundo de fantasía el hombre se sentía solo, y a pesar de hacer miles de cosas teniendo como único límite su imaginación sentía que nada de eso lo llenaba.
Un día, sentado en la silla sus ojos se enfocaron en una mujer que le estaba dando pequeñas palmadas en la mejilla. Él estaba despierto y con los ojos abiertos, haciendo cosas en su mundo de fantasía; lo que sucedió fue que esos ojos se fueron, por alguna razón, un instante de ese mundo. Y ahí la vió, de frente a él, con la mirada mas dulce que jamás haya visto... y en consecuencia, que jamás había podido imaginar.
Ella le dijo "¿Estás bien?". Pero él no respondió. Se quedó mirándola fijamente. La mirada de ella se lleno de lágrimas.
"¿Que te pasa?" preguntó él.
"Volviste" dijo ella conmovida "después de tantos años".
Él la tomó del rostro y le dijo "Ví miles de lugares, uno mas hermoso que el otro, no existía maldad ni nada por lo que preocuparse... Ví caballos de plata que volaban en el cielo desplegando un espectáculo de luces cada noche, casas mágicas y flores de colores nunca vistos... Pude ver el cielo como nunca lo pintaron, y escuchar la música que nadie podrá componer... Vi el mundo que nadie podría imaginar, pero me faltabas vos. Y si el precio que debo pagar para estar al lado tuyo es cambiar mi mundo por éste mundo, lo pago... porque no hubo nada ahí que llene mi corazón de la manera en que vos lo haces".
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