Hace 5 o 6 años, junto a un grupo de personas que tampoco tenían nada que hacer - aunque pretendían que los demás creyeramos que sí - surgió la idea de publicar una revista. A mi me entusiasmó mucho la idea y comencé a seleccionar una serie de textos que tenía escritos. Seleccioné aquellos que creía que eran los mejores - en ese momento, luego comprobé que no solo no había ninguno mejor sino que uno era peor que el otro; y hoy me doy cuenta de que mucho no ha cambiado el asunto - y los expuse ante mis compañeros. La critica fue bastante favorable; algunos no los entendieron y otros no emitieron opinión.
El gran problema fue que en nuestra primer y ultima reunión - al menos lo fue para mi - todos los presentes emitían sin parar una idea tras otra. Nadie escuchaba a nadie, las opiniones se superponían, se contradecían y eran todos genios desconocidos. Si alguno decía por ejemplo "Debemos romper con la estructura de que cada sección tenga un título", otro decía "No solo no debe tener título, sino que el cuerpo del texto debe romper con la estructura convencional" (y pongo este ejemplo de las estructuras porque era en lo que ponían mas énfasis). Así se iban doblando las apuestas que, de seguir, cabían 2 posibilidades: lanzar la revista con las páginas en blanco, cosa que nadie jamás había hecho; o publicar la sopa de letras mas larga del mundo.
Si no fuera porque una de las presentes era realmente hermosa me hubiera ido mucho antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario