Él se mira el pecho y puede ver que hay detrás suyo.
Porque no tiene alma, porque es transparente.
Él lee sus escritos de tanto en tanto, y no los siente suyos.
Porque él cambió, y ya no siente... así.
Él ya no se pregunta si es real.
Porque fue devorado por completo por lo irreal.
Entonces no hay dudas.
Nada se puede tocar. Nada se puede recordar, porque es efímero,
mañana cambia y ya no existe...
¿Como puede uno saber quien es si todo cambia todo el tiempo?
Nada se puede sentir porque la desconexión es total, como una rebanada en las venas...
Él mira el pasado sin nostalgia. Porque la nostalgia se siente, y él ya no siente.
Él está anestesiado. Porque la anestesia evita sentir. Y si no siente, no duele.
¿Pero que es lo que duele?
"Mirame" se escuchó que dijo una voz. "¿Vos sos feliz?" le preguntó.
"Si que lo soy" respondió él con firmeza.
"Podés mentirle al mundo, pero no a mí".
"¿Por qué me haces pensar?"
"Es justamente lo que no tenes que hacer..."
Él bajó su mirada. "Entiendo" dijo con voz tenue. Entonces tomó un papel, una lapicera y escribió:
"Cambiar no es dejar de ser, porque ser es la esencia de uno. Y por más que uno cambie, o quiera cambiar lo podrá hacer, pero nunca dejará de ser. Porque lo que uno es (la esencia) jamás cambia. Entonces de alguna manera el ser de uno (o su esencia) se vuelve inmaculado, inmortal, porque uno sabe que, pase lo que pase, lo que tiene que buscar siempre lo va a tener dentro suyo, intacto. Y si bien, eso que está adentro tampoco se puede tocar; se puede sentir, de hecho uno está obligado a sentir para llegar ahí y cuando uno siente, ve, oye, saborea, toca, huele... Así recuerda quien era, y vence el karma de perder la memoria, y vence el karma de no saber quien era. Y simplemente, vuelve a ser, quien jamás dejó de ser."