martes, 25 de mayo de 2010

Yo no soy Juan Pablo Castel: Parte 2

No me gusta ser reiterativo, pero debo aclararlo: Yo no soy Juan Pablo Castel. Y me interesa hacer esta aclaración porque yo no maté a nadie, no soy un asesino.
¿Si alguna vez quise matar a alguien? Claro, ¿quien no?. Y el que diga lo contrario, sencillamente no le creo... o mejor dicho, si alguno de ustedes hubiera pasado lo que yo pasé creo que no solo hubiera pensado en matar sino que además lo hubiese hecho. Y me refiero a ella, si, a la "mujer libre".
La llamo la "mujer libre" no porque no tenga un nombre, sino porque no me interesa nombrarla, no la necesito para contar mi historia. Sé perfectamente que en este momento estarás pensando ¿y si hasta ahora no hiciste mas que hablar de ella?. Y estás equivocado, están equivocados, todos están equivocados, y no logro entenderlo... juro que no me entra en la cabeza, como todos pueden vivir tan equivocados.
Les explico, yo no la necesito para contar mi historia, ella no es nada, cobra valor, cobra sentido, toma entidad gracias a que estuvo conmigo... ¿entienden?. Si no hubiera estado conmigo nadie la conocería... En este momento millones de personas, bueno, no sé si millones... cientos de miles... está bien, 3 o 4 personas la conocen gracias a que yo la nombre, pero si no la hubiese nombrado ¿alguien la conocería?. La respuesta es no, por si alguno está dudando.
Hoy voy a contarles una de las humillaciones públicas a la que fui sometido por ésta "mujer", que ni siquiera debería llamarla mujer, no se lo merece... de ahora en mas voy a llamarla "ente", "ente siniestro", me gusta más.
Resulta que un noche salí con el "ente siniestro"... "ente siniestro" es muy largo, vuelvo a llamarla mujer, solo por comodidad. Una noche salí con esta mujer a tomar unos drinks (tragos), ella pidió daikiri de frutilla y yo un licuado sabor banana. Estabamos tomando nuestros tragos, charlando animadamente, bueno charlando no, no hablabamos mucho ¿de que ibamos a hablar? Y en eso entro un hombre gigantesco, 1.74, 70kg, dientes grandes, cejas pobladas, algo tonto... lo de algo tonto fue una sensación. Ella lo miró y le sonrió.
"¿De que te reís?" le grité. Merecía un cachetazo, pero había gente.
"Ayy nene ¿que decís? ¿quien sonrió? no digas pavadas ¿querés?".
Si había algo que provocaba mi ira total, era ésto, ésta puta costumbre (perdón por lo de puta) de hacerme quedar como un loco. Claro, ella no hizo nada, fue imaginación mia, soy un mal pensado, estoy loco, ¿no? Seguro que están pensando eso, ¡y no saben nada!
Ella le sonrió, lo juro por la playstation 3, lo vi con mis propios ojos, pero claro ¿que prueba tengo? Mirad hermanos las 2 líneas de charla, yo digo "¿De que te reís?" y ella no me responde "¿Quien se está riendo?", me dice "¿Quien sonrió?" poniéndose en evidencia irrefutable.
Ustedes dirán que es un detalle, harán todo para justificar que no sonrió y que todo es fruto de mi mente neurótica. Pero sepan algo, lo mio es la verdad.
Quizás estén pensando los "clásicos" de ¿por que no la dejaste?, ¿para que seguiste con ella? y cosas parecidas. No la iba a dejar, a ver si entienden, dejarla era como dejar en un cajón una manzana podrida que iba a terminar pudriendo al resto, y mi alma de héroe jamás me hubiese permitido hacer algo asi. Quiero que lo sepan, yo soy como el hombre araña, solo que no tengo el disfraz... tampoco la destreza, audacia, etc pero eso no lo saben (ahora si).
Volviendo al relato, ya estaba realmente harto de vivir esta situación, ¿entonces que?. Entonces decidí matarla. En realidad primero pensé en 2 tiros en las piernas, pero desistí por 3 razones:
1) Eso implicaba 2 tiros, y aún no sabía el precio de las balas.
2) Las piernas son mas difíciles de apuntar, y como no pensaba ir mas que con lo justo si le erraba una era dinero desperdiciado.
3) Por mas que acertara los 2 disparos casi seguro que iba a seguir viva, y no era la idea.
Decidido, al otro día fui a comprar el arma. "¿Que?" le grité al vendedor, el arma mas barata costaba el triple de mi sueldo mensual, una fortuna. No era tanto, pero haciendo las equivalencias 3 sueldos mios eran la mitad (un poco menos) de cualquiera de ustedes, para mi, una fortuna. Lleno de ira, volví a casa dispuesto a matarla con lo primero que encontrara... una cuchara, una salchicha, el detergente, una banana, cualquier cosa. Entré con los ojos llenos de furia, no estaba. Había una nota arriba de la mesa: "Me fui a lo de mi mamá, vuelvo en 3 días". Nunca me dijo donde vivía la madre, entonces no la fui a buscar, igualmente no tenía plata para el colectivo.